Cuando una madre se va con otra persona, muchas veces cree que ese hombre puede "reemplazar" al padre. Pero la realidad es otra: los niños no tienen padres sustituibles. Cada vínculo afectivo con el progenitor es único, insustituible y crucial para su desarrollo emocional.
La ausencia de un padre tiene efectos inmediatos y a largo plazo. A corto plazo, los niños pueden experimentar ansiedad, inseguridad y confusión. A largo plazo, cuando ese vínculo se rompe, surgen problemas de autoestima, dificultades en relaciones y patrones de desconfianza.
Algunos hombres, desesperados por no poder ver a sus hijos, han llegado incluso al suicidio, reflejando la magnitud de la injusticia que viven. Aunque no todos lleguen a ese extremo, el daño emocional de los niños y de los padres es real y profundo.
Aquí es donde la pericia forense multidisciplinar puede intervenir: informes lingüísticos, psicológicos y conductuales permiten demostrar en los tribunales cómo las decisiones de separación afectan tanto al padre como al menor, y establecer la necesidad de garantizar los derechos de ambos.
Los padres no pueden ser reemplazados, y los niños merecen la protección de la ley y la ciencia forense para preservar el vínculo con quienes realmente les aman y han contribuido a su vida desde el inicio. La intervención profesional puede reconstruir la verdad y establecer justicia, evitando consecuencias irreversibles.